CARTA AL PAPA

 A PROPÓSITO DEL SÍNODO SOBRE LA FAMILIA


La COMUNIDAD HUMANAE VITAE, de Colombia hace la siguiente reflexión a propósito del tema de la FAMILIA  del próximo Sínodo.
Dicha Comunidad, defensora de la vida y de la Iglesia, ha enviado al Santo Padre Francisco la siguiente carta:  (VER PATINA: CARTA AL PAPA)                                                                             

 

TRASCENDENCIA E INTRASCENDENCIA



La buena noticia del Reino de Dios nos abre al mundo de Jesús de Nazaret. Jesús miembro del pueblo judío, comparte con éste su origen con Abraham y el vínculo de confianza con Yahveh, su Padre, quien se hace  visible con su presencia en el acontecer de la historia.
Contando con esta presencia, el pueblo judío identifica sus relaciones interpersonales de manera diferente a como lo hacen los pueblos vecinos. Consciente de compartir con Yahveh el desarrollo de su historia da primacía a la fidelidad a Él. Ante los acontecimientos humanos tan dramáticos como lo son las relaciones entre hombres y mujeres o entre fuertes y débiles antes que ser atraídos hacia la mirada idolátrica de la mujer, signo de fecundidad, por la cual sobrevaloran los otros pueblos la sexualidad femenina hasta sacralizarla, ésta es apreciada como un don de Dios entregado a ella para el cumplimiento de una misión a favor del cuidado de la vida. Igualmente, como respuesta a la fidelidad a su Dios, primaba en ese pueblo la fidelidad a Él antes que reverenciar idolátricamente a quienes ejercer el poder.
Cuando la infidelidad a Yahveh irrumpe en la unidad del pueblo judío, formando clases sociales, es  rechazada a través de la palabra de los profetas por el Espíritu de su Dios.
Jesús, nacido de mujer (Gal 4, 4), en su vida pública, enfrenta a quienes se toman la autoridad de Dios a la manera de gobernantes que ponen a los humildes y sencillos cargas pesadas que ellos no llevan. Jesús revela a todo hombre el vínculo que tiene con el Espíritu de su Padre, quien estuvo presente en la historia del pueblo judío, y le manifiesta su condición de hijo de su Padre y hermano de sus hermanos. Esta novedad recupera la voluntad de Dios creador al crear al hombre y a la mujer como  a sus semejantes.
Entre los hechos más sobresalientes que produce Jesús, es el de su relación con los enemigos y llama a muchos a un modo de vida nuevo. Jesús no propone matar a los enemigos, como es permitido a la razón pensar y al hombre actuar en consecuencia. Escoge antes morir excluyendo la muerte de su enemigo. Asume así la vida del enemigo como la de un hijo de su Padre, lo hace su hermano y saca, de esta manera, la conciencia humana de la culpa irredimible abriéndole una esperanza.
Terminada la vida de Jesús en esta tierra ofrece enviar al Espíritu Santo, quien continuará con cada uno de nosotros su enseñanza. En los Evangelios está consignado el testimonio de la resurrección de Jesús de quienes compartieron conÉl ese acontecimiento. Su Padre cumple  llamándolo a la vida que los enemigos le habían quitado.
El Espíritu Santo es una realidad que nos acompaña a quienes venimos y hemos venido contando con Él como Espíritu de sabiduría, de templanza, de consuelo, de amor fraterno, de reconciliación.

LA VIDA HUMANA AMENAZADA HOY

Desde la perspectiva anterior, abordamos hoy las cuestiones que amenazan la vida humana o la protegen. El asunto más actual que está incidiendo en la pérdida de trascendencia en las relaciones entre las personas es el hecho de la práctica de la anticoncepción, espíritu contrario a la vida humana y que termina abriendo caminos a la muerte de la vida engendrada, por medio del aborto, y  propiciael engaño del hombre y la mujer consigo mismos, en opciones como  el homosexualismo, considerado el mejor método anticonceptivo.
Las iglesias cristianas no católicas perdieron la perspectiva del Reino de Dios en este asunto y  se plegaron al espíritu de la anticoncepción, asumiéndolo como un recurso para los conflictos humanos y como una tecnología aceptable,  desprendiéndose de allí  la legitimación que hicieron de la práctica de la anticoncepción, a partir de 1960, los médicos, los gobernantes, y la opinión pública.

 EL ASUNTO ES LA TRANSMISIÓN DE LA VIDA

Primero: La anticoncepción excluye  la transmisión de la vida humana a la vez que promueve indebida e inadecuadamente la sexualidad como un derecho, y no como un don de Dios, como un carisma, a la vez que ocultael rechazo a  la transmisión de la vida, justificándolo desde el derecho al placer corporal.
Segundo: La transmisión de la vida humana es diferente si es mirada desde la perspectiva del Reino de Dios, que es apertura al otro, del semejante, es amor, acogimiento y lucha por la vida, o si es mirada desde la perspectiva de la dominación del hombre sobre el hombre, del individualismo, del egoísmo, lo que la reduce a lo intrascendente, a lo manipulable, a lo relativo.
Tercero: El Espíritu del Reino de Dios es una visión sobre la vida humana en la que el hombre es llamado a una relación sublime, trascendente, en la que el encuentro interpersonal hace del individuo una persona;  es además un acontecimiento del Espíritu en la medida en que el hombre al encontrarse con su semejante pone de manifiesto que, así mismo, Dios le ha hablado, lo escucha y en ese diálogo construye con él una historia.
Todo encuentro interpersonal es una oportunidad para defender la vida, para crecer en el amor, para abrirse al otro, para  integrarlo a favor de una comunión, para resolver dificultades, para buscar y encontrar la supervivencia de manera solidaria.
La relación de dominación, por otra parte, cuenta con la desaparición del contrario. El otro, mientras no se demuestre lo contrario, es su enemigo y, como enemigo, está llamado a desaparecer.
La mirada del Reino es la construcción de una comunidad cuyos miembros pueden confiar unos en los otros, es un milagro. En este diálogo, el hombre se conoce a sí mismo y conoce al otro que está fuera de él.
Cuarto: En la encíclica Humanae Vitae, la Iglesia de nuestro tiempo ha consagrado valientemente el no a la anticoncepción. Esta luz ilumina la persona humana como una trascendencia en donde la sexualidad es una participación en la trascendencia del Reino de Dios. Vista así, la sexualidad no es cosificación de la persona ni aislamiento en el individualismo.
Cuando la vida del Reino de Dios entre nosotros pierde su trascendencia y cede a todas las presiones sociales, cuando la Iglesia pierde su capacidad de fidelidad al Evangelio y por tanto pierde su trascendencia,  la comunidad de los  creyentes pierde  a la vez la capacidad de iluminar los acontecimientos externos a ella.

VALOR TEOLÓGICO DEL ACTO SEXUAL

Tomamos algunos apartes del análisis que el doctor Hernán Vergara,católico psiquiatra, fundador de la comunidad Humanae Vitae,dejó sobre el valor teológico del acto sexual.
La fenomenología del orgasmo, que ha sido objeto de escritos que son puestos fuera del alcance de los menores, asimilados a la pornografía, proporciona los siguientes temas pertinentes a la antropología cristiana:
a) El placer y la fugacidad del orgasmo son concomitantes con un salir de sí mismo, con un perder la conciencia del yo y el dominio sobre los propios movimientos corporales.  En términos del pensamiento filosófico de X. Zubiri, en el orgasmo la persona pierde la suidad.  El placer peculiar del orgasmo es un estado de conciencia pero no es conciencia del yo.  Suprimido el placer, el orgasmo sería no distinguible de la crisis comicial o epiléptica, o de otras formas de disolución del yo.
El orgasmo es el punto en que la especie rapta o secuestra al yo individual para ponerlo al servicio de su propia supervivencia.  Es un momento de alienación, un quedar en manos de otro.  La figura razonable de unas relaciones sexuales puestas libremente al servicio de la procreación, es irrealista.  Por encima de la racionalidad que haya en abordar unas relaciones sexuales con miras a engendrar un hijo, o con la apertura a que sea concebido está el paso obligado por el momento de la alienación orgásmica.  El orgasmo es intrínsecamente no racionalizable en cuanto racionalizar un acto es ponerlo como el medio para conseguir un fin.  El orgasmo es un fin en sí mismo.  De la procreación se puede decir que es un fin del matrimonio en cuanto éste es una realidad a la que se llega deliberadamente como al medio para conseguir unos fines, pero, por razón de lo apremiante del deseo y del orgasmo, no se puede decir lo mismo de las relaciones sexuales”.
“Al no ser el orgasmo ni una realidad meramente natural o impersonal, ni tampoco una realidad personalizada, sólo queda la posibilidad de que sea una realidad que trascienda el ámbito antropológico, o sea, una realidad de lo teológico.  En efecto, es un acto de la persona humana que la trasciende, que va más allá de ésta.  En él, y a semejanza del voto de obediencia, la persona humana accede a que su libertad salga de sí.  Ciertamente no es un entregar la libertad  y el dominio sobre sí a otra persona  semejante.  Fenomenológicamente es un simple escaparse de sí mismo, y en  eso quedaría todo si no fuera porque concomitante el organismo del hombre entrega al de la mujer sus células germinativas y, con éstas, la posibilidad de una nueva vida humana.  El hecho de que a esta entrega biológica no corresponda necesariamente la entrega personal, no priva al orgasmo de ser una entrega, y que en cuanto entrega, tiene una dimensión teologal.  En toda entrega humana se compromete la libertad; esa libertad creada por Dios para que el hombre pudiera entregársele, como se entrega un siervo a su amo, un amigo a su amigo, un amante a su amante.  Por su índole misma, la entrega es un acto referido a Dios como a su último destinatario, a menos que Dios sea sustituido por un ídolo.  Un acto así es religioso, teologal, aún si no se hace como entrega sino como paroxismo del placer, aún si es idolátrico.” [1]
Y continúa Hernán Vergara:
“Los espermatozoides y el óvulo no son secreciones ni excreciones de las que sería preciso deshacerse para conservar la salud. Tampoco son células destinadas a la construcción de un tejido. Ontológicamente, allí hay más que sustancias de origen biológico. Allí hay algo que ha dejado de pertenecer a quienes fueron sus dueños, para entrar a ser propiedad de Dios. Allí hay algo que tiene su propio protagonismo, un protagonismo que es cuestión de vida o muerte humanas”.[2]
Cada vida humana es única e irrepetible, cada encuentro de un hombre y una mujer es único e irrepetible.
La anticoncepción va contrala vocación dialogal del hombre porque le impide construir un ámbito de vida ético, interpersonal, constructor de comunidad, de bienestar, un ámbito protector de la vida.

UN ESTADO INTRASCENDENTE

El Estado colombiano viene actuando en asuntos vitales de manera intrascendente. Es el caso de la obligación ordenada por la Superintendencia de Salud de practicar el aborto a las entidades del Sistema de Salud en Colombia.
Por fuera de un proceso regular, la práctica del aborto fue despenalizada por medio de la Sentencia C355 del 2006 de la Corte Constitucional como respuesta a la demanda contra los artículos 122, 123 y 124 y 32 numeral 7 de la ley 599 de 2000 (Código Penal) presentada por varios ciudadanos colombianos.
El 10 de mayo de 2006, en dicha Sentencia, el aborto fue despenalizado en Colombia en tres circunstancias, esquivando o envolviendo el artículo 11 de la Constitución Nacional, que nombra el derecho a la vida como inviolable.
El presidente de la República de ese entonces, rápidamente, amparado en la Sentencia C355/2006, expidió el Decreto No. 4444 en diciembre de ese mismo año,por el cual las entidades del Sistema de Salud colombiano fueron obligadas a practicar el aborto a quien lo solicita, elevándolo a servicio del POS (Plan Obligatorio de Salud).
Con este decreto se da un gran giro. Si la Sentencia C355 despenalizaba las casas que practican el aborto y sus víctimas,  este decreto 4444 pasó a obligar a todos los colombianos vinculados a las instituciones del Sistema de Salud a poner en práctica el aborto.
El abogado católico doctor Luis Rueda Gómez, demandó dicho Decreto el cual fue suspendido por el Consejo de Estado en el año 2009 y, finalmente, anulado el 18 de marzo de 2013 por ilegalidad[3].
Nuevamente, y con urgencia, el 26 de abril siguiente, la Superintendencia de Salud, “llenó el vacío de la Ley” con una “Circular”, la número 003, que obliga a practicar el aborto, desatendiendo la exigencia del Consejo de Estado.
Despenalizar no es obligar. La pretensión de la Superintendencia de Salud  de reemplazar con una Circular la anulación del Decreto 4444 que hiciera el Consejo de Estado, siempre y cuando se acaten los parámetros establecidos en materia de reglamentación legal”,echa por la borda la trascendencia del Estado. No resulta extraño en un país en el que un Presidente personalmente organizó el robo de las elecciones del año de 1970, como lo relató públicamente, antes de morir, quien ejecutó sus órdenes. El movimiento subversivo M-19 no nació de la nada y bien costoso le resultó al país en vidas humanas y recursos económicos manipulaciones del Estado como esa.

SITUACIÓN POLÉMICA   (el papiloma humano)

En el caso de la vacuna contra el papiloma humano, realizada como medida de salud pública por parte del Ministerio de Salud y Protección Social en Colombia y otros países, bajo el visto bueno de la Organización Mundial de la Salud, y aplicada a las menores de edad de 9 a 12 años durante el 2013 y 2014,  es relevante que se administró sin que los padres de familia fueran consultados en su condición de representantes legales de las menores. Esta modalidad viola el derecho al Consentimiento Informado, exigible en todo hecho terapéutico.
En el caso de que hubieran sido consultados los padres, éstos habrían hecho preguntas sobre la conveniencia fisiológica, psicológica y espiritual a las instancias competentes. Al omitir el Consentimiento Informado, el Estado colombiano, actúa con desacierto en cuanto autoridad superior a la de los ciudadanos. En cuanto al aspecto psicológico, son cuestionables las circunstancias de la vacunación porque en lo sexual la persona humana tiene su tiempo propio para apropiarse de esta condición según etapas de la edad. En este caso, inducir a una menor a problemáticas que la superan, como es que si sus relaciones sexuales futuras le traerán consecuencias que afecten su salud, es inducirla a confusión.
Fisiológicamente, es muy cuestionable, para los padres, que sus hijas reciban una vacuna a la edad de 9 a 12 años, cuando esta tiene un cubrimiento de 5 años. Vacunar preventivamente en estas circunstancias es proyectarle al supuesto beneficiado relaciones sexuales durante 5 años en adelante. Esta opción resulta produciendo un efecto  devastador como sospecha, como mirada reductiva, para una comunidad que pretende ser amiga y guía de sus menores. Hay  sociedades científicas, como semFYC, que les dan la razón a estos padres.
El hecho de que un Estado sea incongruente en su sistema legislativo, que sus personeros irrespeten los conductos regulares, burlen la autoridad, utilicen la ciencia como parapeto, no ocurre en vano. Es este mismo Estado intrascendente el que pretende, por ejemplo, hacer un proceso de paz. La intrascendencia impide generar ámbitos confiables de diálogo. La trascendencia es requerida para los propósitos del Reino de Dios. Para la construcción del Estado  es igualmente necesaria. Está en juego, en uno y otro orden, la protección de la vida humana.

COMUNIDAD HUMANAE VITAE
Elizabeth Mesa, Amparo González, Catalina Vergara
3142943192, 3132156118, 3142943197
Correo electrónico:cdhernanvergara99@gmail.com
Calle 64 No. 7 – 18, Apto 1202, Bogotá, Colombia



[1] Vergara, Hernán, “El orgasmo, lugar teológico”, Conferencia en Congreso Internacional para la defensa de la vida humana, Bogotá, 1988. Soberanía de la Fe. Anexo No. III “El Orgasmo lugar teológico”. Edic. Santo Tomás, Bogotá, 1996, pg 340.
[2]Op. Cit.
1.         [3]www.consejodeestado.gov.co/
“La Sección Primera, con ponencia de la magistrada María Claudia Rojas Lasso, explicó que el Gobierno Nacional, al expedir dicha norma, trató de reglamentar la Sentencia C-355 del 2006 de la Corte Constitucional, que despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo en tres casos específicos, sin haber una ley de por medio.”
“A juicio del Alto Tribunal, el Gobierno solo puede ejercer la facultad reglamentaria que le otorga el numeral 11 del artículo 189 de la Constitución Política, cuando exista una ley previa que reglamentar.
“Aclaró que esta decisión no significa que el Gobierno o el Consejo Nacional de Seguridad Social no puedan posteriormente dictar medidas, reglamentar o definir las políticas de salud en relación con dichos temas, siempre y cuando se acaten los parámetros establecidos en materia de reglamentación legal. (Subrayado nuestro).
            “Esta norma estaba suspendida provisionalmente desde el 2009, por decisión del Consejo de Estado.
“Según el Decreto, las Entidades Promotoras de Salud, las Administradoras del Régimen Subsidiado, las Entidades Adaptadas, las Empresas de Medicina Prepagada, las Entidades Departamentales, Distritales y Municipales de Salud, las entidades responsables de los regímenes de excepción y los prestadores del servicio de salud de todo el territorio nacional debían tener disponibles los servicios de IVE para todas las mujeres, independientemente de su capacidad de pago y afiliación al Sistema General de Seguridad Social en Salud e impedía imponer barreras administrativas para postergar la prestación de dichos servicios. (
www.consejodeestado.gov.co/)


Continúa la SEGUNDA PARTE DE LA CARTA AL SANTO PADRE FRANCISCO:

LA HUMANAE VITAE HOY
EL PASO DE LA ANTICONCEPCIÓN DE UN CONCEPTO MORAL A UN CONCEPTO TECNOLÓGICO
BOGOTÁ, COLOMBIA
JULIO DE 2014
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NUESTROS NIÑOS
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La Humanae Vitae presente en la Iglesia
LA HUMANAE VITAE HOY
EL PASO DE LA ANTICONCEPCIÓN DE UN CONCEPTO MORAL A UN CONCEPTO TECNOLÓGICO
La revelación de Yahveh en la historia de los hombres se inicia con su llamado a Abraham, llamado al que Abraham responde prontamente. En reciprocidad, Yahveh le da un hijo en la ancianidad, Isaac. Abraham inicia en este diálogo con Yahveh (Gn. 12, 2 ss) toda una historia de fidelidad y obediencia que el mismo Señor va a poner a prueba pidiéndole el sacrificio de su hijo Isaac (Gn22, 2).
Abraham obedece esa solicitud contradictoria por parte de Yahveh de pedirle el sacrificio de Isaac, el hijo que le ha regalado en su vejez. Entendemos los creyentes que Yahveh quiere diferenciar a su pueblo de los otros pueblos, que sacrifican a sus hijos a nombre de las divinidades. En el momento del sacrificio, Yahveh llama a Abraham para impedir la muerte del niño, y así consagra un referente para la humanidad en el que se respetará absolutamente la vida de los hijos en el Pueblo de Israel.
Este mismo pueblo, ante la expectativa de su Mesías, el Salvador prometido por Yahveh, hizo que las mujeres siempre se consideraran bendecidas con la espera de un hijo.
En este espíritu, el hecho burlar la trasmisión de la vida, como en el caso de Onán (Gn 38, 8-10), es una grave ofensa a Dios, que provoca su ira. Yahveh le quita la vida a Onán.
Jesús, presentándose como el “Hijo” de Yahveh, revelándolo como su Padre, da testimonio y consagra el concepto de hijo en el cristianismo y desde esa condición cumple su misión redentora de los hijos de los hombres.
Para el cristianismo, ir contra un hijo o contra su concepción en la unión íntima del hombre y la mujer es ir contra el Espíritu revelado en el Antiguo y Nuevo Testamento y contra la identidad misma del cristianismo. Ya a finales del siglo II, encontramos valiosos documentos que lo confirman: “… igual que todos, se casan y engendran hijos pero no se deshacen de los hijos que conciben”, registra la
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Carta a Diogneto como novedad cristiana, insólita en el mundo pagano en donde fue escrita, probablemente en Atenas. 1
El sacrificio de los hijos era un acto público, en tanto que la anticoncepción fue una práctica realizada en la clandestinidad.
Esta condición va a cambiar a partir del pensamiento de Thomas R. Malthus sobre el peligro del crecimiento acelerado de la población que vino a fundamentar la abierta ofensiva a favor del control de la natalidad y, por ende, de la planificación familiar. En su Ensayo sobre el principio de población tal como afecta el progreso futuro de la sociedad (1798), lanza su teoría de que la capacidad de crecimiento de la población es infinitamente mayor que la capacidad de la tierra para producir alimentos para el hombre. Queda así sembrada una semilla que ha de germinar vigorosamente en el s. XX en las políticas demográficas mundiales y en la carta blanca a la anticoncepción.
En la primera mitad del siglo XX, estudios científicos de los médicos Ogino y Knaus, médicos japonés y austriaco respectivamente, mostraron que la fertilidad en la mujer no era homogénea en todos los días de su ciclo sino que éste tenía días de fertilidad y días de no fertilidad. Este descubrimiento posibilita el desarrollo de estudios que la Iglesia Católica considera lícitos y que permitirá a los esposos católicos contar con un avance del conocimiento científico.
En 1930, hubo otro acontecimiento, insólito, y fue el que la Iglesia anglicana, siendo Iglesia de Cristo, permitió a sus fieles la práctica de la contracepción.
A la altura del año de 1960, todas las Iglesias cristianas, con excepción de la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa, entraron a aceptar para sus feligresías las prácticas anticonceptivas.
También 1960 fue el año en el que la farmacología hizo la primera molécula anticonceptiva. Esta forma de anticoncepción les dio a los médicos la posibilidad de que, ya fuera en la intimidad de una consulta médica o en los ámbitos “científicos”, propagaran la anticoncepción como una práctica beneficiosa a los hombres. Es así como el médico, que en la humanidad había encarnado la lucha entre la muerte y la vida a favor de la vida, se desliza a utilizar la contracepción como un recurso contra la trasmisión de la vida humana.
La medicina es una instancia de autoridad en toda comunidad humana. Esto ha dado pie para que, a partir de 1965, los países con mayor poder económico hayan utilizado la anticoncepción como arma política para reducir obligatoriamente el vigor demográfico de las poblaciones, contando con la complicidad de las clases gobernantes.
1 http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=6513
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Nacen, entonces, dentro de la medicina humana conceptos como la limitación de la concepción, la muerte inducida o muerte con dignidad o eutanasia, la práctica del aborto. Hay quienes han asociado este pensamiento al de Hitler produciendo en nosotros temor y temblor.
La píldora, anticonceptivo fármaco, llega como una novedad del desarrollo tecnológico, como llegaron los desarrollos de la onda eléctrica en la radio, el teléfono, la imagen en la televisión, el internet, desnuda de cualquier connotación ética. Ella viene a resolverlo todo: el sufrimiento de la mujer dominada, la economía del pobre, la violación de las enfermas mentales, el temor de los gobernantes al crecimiento de los pobres, el temor de una nación ante el poder de la población de su vecino, el hijo concebido enfermo, etc. Es la panacea del siglo XX.
Alerta de SS Juan XXIII
“En sus últimos meses de vida, marzo 1963, Juan XXIII había creado en Roma una comisión especial para estudiar y profundizar la respuesta de la Iglesia a las cuestiones que planteaba la comercialización de la nueva píldora Pincus. Así mismo, era de competencia de dicha comisión examinar el problema del aumento de la población mundial.2
…toma nota de que el problema [regulación de los nacimientos] desborda las posibilidades de cubrimiento de la pastoral hasta entonces desarrollada en la Iglesia y acude a la consulta con católicos de fe probada y expertos en la materia a cuyo efecto crea una ‘Comisión papal de 16 miembros’, pero muere antes que dicha Comisión produzca su veredicto”.
2http://www.conoze.com/doc.php?doc=8378
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SS Pablo VI
“Pablo VI, siempre atento a las nuevas problemáticas de la ciencia, cuando fue elegido Papa confirmó enseguida la comisión que había nacido por iniciativa de su predecesor y amplió gradualmente sus horizontes. En 1965, retira el tema de la anticoncepción de la agenda del Concilio. La Comisión continúa con Pablo VI.
Él decide asumir este tema en su condición de cabeza de Roma y de la Iglesia, en la oración y en el drama de su diálogo con Dios, se va a jugar una posición dentro de una opción a favor de la trasmisión de la vida humana desde el punto de vista cristiano y católico.
En 1966, el informe de la mayoría de la comisión que se filtró al público, era favorable a la admisión de los medios artificiales de control de la natalidad. También había un informe de la minoría que rechazaba estos métodos.
La encíclica Humanae Vitae
Pablo VI promulgó la encíclica Humanae Vitae el 25 de julio de 1968,3 mientras por todo el mundo se propagaba como un reguero de pólvora la contestación estudiantil. El tema de la encíclica era el amor conyugal y sostenía que la unión íntima entre un hombre y una mujer para ser verdadera, es decir, en correspondencia con la naturaleza humana, debía estar siempre abierta a la fecundación. Desde luego se negaba con ello el uso de la píldora. Significaba, así mismo, decir NO a cualquier intento de política de 'control de natalidad' que el imperialismo norteamericano procuraba imponer en aquellos años a las naciones pobres del Tercer Mundo. Como todas las encíclicas tomó su nombre de las palabras iniciales: 'Humanae Vitae...'.
Apenas su contenido fue conocido sucedió algo jamás visto en la historia de la Iglesia. Era el 29 de julio. Pocas horas después de que monseñor Vaillano había convocado a los periodistas en la sala de prensa vaticana, unos veinte teólogos de la Universidad Católica de Washington redactaban la primera declaración pública de protesta. El inspirador de la manifestación era un catedrático joven y combativo de nombre Charles Curran. En un abrir y cerrar de ojos la suscribieron más de seiscientos teólogos norteamericanos. No pasó mucho tiempo y les tocó el turno a los médicos y capellanes de la Universidad católica de Lille (Francia), que dirigieron una carta abierta a La Croix. El 5 de setiembre, el Katholikentag divulga las dudas y perplejidades de los católicos
3 http://www.noticiasglobales.org/articuloDetalle.asp?Id=1635
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alemanes. El 19 de setiembre, una asamblea de eminentes teólogos europeos reunidos en Ámsterdam elabora un comunicado oficial para denunciar el presunto carácter anticonciliar de la Humanae Vitae. Pero las contestaciones no se detuvieron en los círculos de intelectuales. En enero de 1969, la Iglesia holandesa al completo, es decir, reunida en 'Concilio pastoral', expresaba su solidaridad con los “muchos católicos, creyentes íntegros y competentes, que no consideran que sea justa la condena al uso de anticonceptivos y que por tanto la rebaten con argumentos sólidos.
Encíclica y convivencia
Más de una declaración colectiva de los distintos Episcopados nacionales dejó espacio a los fieles para que éstos expresaran sus juicios sobre la conveniencia de las razones aducidas en la encíclica. Así pues, se les otorgaba a los fieles el 'derecho' (voz registrada por el Episcopado belga) o al menos la 'posibilidad' (expresión más prudente empleada por el Episcopado austríaco), de seguir los dictados de la propia conciencia.
Por otro lado, no constituía ningún misterio el hecho de que en las altas esferas vaticanas, el malestar por la decisión que había tomado Pablo VI se acrecentaba con el correr del tiempo. L'Observer del 4 de agosto podía dar a conocer —sin temor a ninguna desmentida— la noticia de que en los últimos meses “al menos tres cardenales, Suenens, de Malinas-Bruselas; Doepfner, de Munich y König, de Viena— habían invitado al Pontífice a no proseguir en su decisión”. Toda esta historia le deparaba a la prensa laicista un gustillo muy particular. “Esta encíclica —comentó sarcásticamente The Economist-- no es fruto de la infalibilidad pontificia sino más bien del aislamiento pontificio”. Por su parte, Walter Dirks en el Frankfurter Hefte llegaba al extremo de definir la Humanae Vitae “un caso único en la historia del papado moderno, pues el Pontífice, que debería ser el árbitro y garante de la unidad católica, se ha puesto en contra a toda la Iglesia”. No cabe duda de que se trataba de una exageración periodística, pero que cobraba vida de una realidad verdaderamente amarga. Jean Guitton, fiel amigo y confidente de Pablo VI en aquellos años, definió los dramáticos acontecimientos de julio de 1968 como “la gran prueba” del pontificado. Alude a la Humanae Vitae como a una 'línea divisoria' y un ‘cambio de rumbo' en los quince años que duró el papado montiniano. Y concluye con esta referencia: “Quien desee comprender a Pablo VI deberá -no tengo ninguna duda a este propósito- reflexionar sobre esta etapa de transición. El prestigio, la popularidad, el afecto y todos los apoyos sensibles que ayudan a afrontar la soledad que nace del poder habían disminuido para el Papa. Pablo VI no pudo menos que advertir claramente esta realidad.
¿Por qué la encíclica?
A pesar de todo, Pablo VI era un hombre de gran inteligencia. Su formación intelectual le permitía estar abierto a la modernidad. ¿Por qué, entonces, eligió someterse a esta especie de juicio sumario moral? (Es útil recordar que la élite liberal masónica de 1800 reservó un comportamiento semejante al Syllabus de Pío IX). ¿Valía la pena en verdad tocar un argumento aparentemente secundario como la anticoncepción? ¿No habría sido mucho mejor dar crédito al consejo de uno de los expertos del Santo Oficio, el redentorista Jan Visser? En efecto, éste sostenía que escribir una encíclica contra la píldora era algo así como “disparar con un cañón a un mosquito”. Pero al fin y al cabo,
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¿era tan sólo cuestión de anticonceptivos? ¿O el Pontífice había comenzado a sospechar que no sólo la moral sino también los mismos fundamentos doctrinales de la estructura eclesial oscilaban peligrosamente y por tanto era preciso intervenir con urgencia? Louis Selleron, en Le Monde del 6 de agosto, optaba por esta última explicación. Relacionaba la Humanae Vitae con el credo que Pablo VI había profesado el 29 de junio de 1968, exactamente un mes antes de la publicación de la encíclica. L'Espresso en Italia intentó montar un auténtico 'proceso contra Pablo VI'.
Historia y circunstancias
La Comisión Papal de Juan XXIII en 1963 se constituyó en un momento en que una muy bien organizada campaña de prensa manipulaba en todo el mundo el espectro de la 'explosión demográfica'. Se pregonaba aquí y allá que sus consecuencias eran más terribles que las de la bomba atómica.
Algunas potentes fundaciones norteamericanas habían comenzado a financiar investigaciones y proyectos tendientes a convencer a los gobiernos de las naciones del Tercer Mundo para que adoptaran enérgicas medidas políticas de planificación familiar. Los argumentos con los que salían al paso eran obviamente de tipo 'humanitario', como por ejemplo el de limitar el número de bocas hambrientas. Pero a los diversos observadores latinoamericanos no se les pasaba por alto el carácter geopolítico que ocultaba el 'interés' de las múltiples Rockefeller Foundations por la cuestión social. El presidente Lyndon Johnson había explicado crudamente a la asamblea de las Naciones Unidas el 25 de junio de 1965 la lógica de las nuevas políticas demográficas: “Es mucho más remunerativo invertir cinco dólares en el control de la natalidad que emplear cien dólares en favorecer el desarrollo económico”. América Latina, África y Asia comenzaban de este modo a ser invadidas por profilácticos y píldoras made in USA.
En abril de 1964, Pablo VI llamó a formar parte de la Comisión papal creada por su predecesor a cinco de los más renombrados teólogos moralistas de la época: Joseph Fuchs , alemán y Marcelino Zalba, español, ambos jesuitas y catedráticos en la Pontificia Universidad Gregoriana, Jan Visser , holandés, y Bernard Häring, alemán, los dos redentoristas y catedráticos, respectivamente, en la Pontificia Universidad Urbaniana y en la Academia Alfonsiana, y Pierre de Locht, belga, consejero teológico del cardenal Leo Suenens.
“Al comienzo —recuerda hoy el padre Zalba— había bastante uniformidad en los puntos de vista. Con el andar del tiempo, sin embargo, la discusión sobre el carácter lícito o no de los nuevos métodos de anticoncepción se hizo cada vez más encendida. En concomitancia, por una parte, con el aumento continuo de los expertos —y de las opiniones— invitados a incorporarse en las varias comisiones cuyos miembros llegaron a ser setenta y cinco en junio de 1966 entre obispos, teólogos, médicos, demógrafos y matrimonios cristianos; por la otra, en relación con la creciente presión externa impuesta por los medios de comunicación social. En efecto algunos comenzaron a objetar que la píldora planteaba un tipo de problema del todo nuevo respecto a los anticonceptivos tradicionales que Pío XI había condenado sin medios términos con la Casti Connubii, en l930. A diferencia de los anticonceptivos, la píldora no interfería
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visiblemente en la 'mecánica' del acto conyugal, que en consecuencia conservaba su carácter 'natural'. Se limitaba a intervenir, y sólo temporalmente, en la ovulación de la mujer.”4
¿Qué diferencia había desde el punto de vista moral con el recurso a los métodos naturales que había aprobado Pío XII? La diferencia existía y residía —respondían los defensores de la doctrina tradicional— en que el método de la 'temperatura' no alteraba artificialmente los ritmos biológicos de la fecundidad femenina sino que permitía a los esposos 'aprovechar' el conocimiento de las leyes de la naturaleza.
El punto teológico en el cual se centraba la discusión era el llamado 'principio de totalidad'. Se pretendía con esta argucia eludir el obstáculo constituido por la doctrina tradicional para la cual cada uno de los actos conyugales debe estar 'abierto' a la procreación…
Según un número considerable de testimonios, el hecho que desequilibró los platillos de la balanza a favor de los promotores del 'principio de totalidad' fue la 'conversión' del profesor Fuchs. Este, tras un período en el que había obrado con suma prudencia, confesó que ya no podía continuar enseñando la doctrina tradicional desde su cátedra en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. El episodio causó naturalmente una fuerte impresión: Fuchs era una de las personalidades de mayor renombre que ormaban parte de la comisión pontificia.
El tema en el Concilio
Los Padres conciliares, mientras tanto, discutían la misma temática del amor conyugal en el esquema Nº13, que después llevaría por título Gaudium et Spes. El 23 de noviembre de 1965, Pablo VI debía intervenir personalmente para corregir algunas formulaciones en materia de anticoncepción que se prestaban a interpretaciones ambiguas. Los Padres conciliares precisaban en la redacción final del documento conciliar —en la famosa nota Nº14— que el Pontífice se reserva el derecho de tomar cualquier decisión ulterior sobre los asuntos tratados, confiando a una comisión especial la tarea de proporcionarle documentos y elementos de juicio para una reflexión no sólo de carácter moral sino también científico. La responsabilidad de los expertos que él mismo había designado se acrecentaba en el preciso momento en que los teólogos que defendían la doctrina 'tradicional' se habían convertido en minoría. En 1966 un grupo de dieciséis obispos fueron llamados a tomar parte en la comisión pontificia. Entre ellos se contaban siete cardenales: Ottaviani (prefecto del Santo Oficio), Suenens (de Malinas, Bélgica), Doepfner (de Munich, Alemania), Heenan (de Westminster, Inglaterra), Gracias (de Bombay, India), Lefebvre (de Bourges, Francia) y Shehan (de Baltimore, Estados Unidos). Todos ellos participaron en la última y decisiva reunión de la comisión que tuvo lugar el 20 de junio en el Pontificio Colegio Español de
4 P. Marcelino Zalba, SJ http://www.euskomedia.org/aunamendi/145305
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Roma. El único ausente fue el arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, que había sido convocado por el Papa. El Gobierno polaco no le había concedido la autorización para viajar a Roma. Después de seis días de ásperos debates se optaba por someter a votación las diversas posiciones. La pregunta se planteaba en estos términos: ¿debe ser considerada la anticoncepción 'intrínsecamente mala'? En la comisión pontificia responden negativamente Doepfner, Suenens, Shehan, Lefebvre, Dearden, Dupuy, Méndez, Reuss y Zoa. Se abstienen Heenan, Gracias y Binz. Votan afirmativamente sólo Ottaviani, Morris y Colombo, obispo y teólogo de confianza de Pablo VI. Entre los teólogos la diferencia es aún más notoria: once votos negativos contra cuatro afirmativos. Un veredicto que no dejaba lugar a objeción alguna. (...) Colombo, semiparalizado a causa de la enfermedad, y la vejez, recuerda con lucidez aquel día, una herida abierta que aún duele: “¡Si las autoridades polacas hubieran dejado salir a Wojtyla! — da rienda suelta a sus sentimientos —. Después de todo, uno de aquellos nueve, pero no quiero decir quién, al poco tiempo se echó atrás, cambió de parecer.” Habla como quien pretende volver al pasado, a aquel pasado turbulento del 23 de junio de 1966, y modificar el curso de la historia.
Dos años dramáticos
Ya a fines de 1966, hubo quienes cayeron en la cuenta de que el Papa no iba a aceptar las conclusiones a las que había llegado la comisión pontificia. Se verificó entonces un episodio verdaderamente penoso. Algunos miembros de la 'mayoría' se pusieron a manipular la publicación, a través de los medios de prensa, de los documentos conclusivos de la comisión que eran de carácter reservado. Se trató de un clamoroso “scoop” (filtración de información) pero a la vez de uno de los más tristes en la historia del periodismo católico. Lo llevó a cabo el National Catholic Reporter, seguido por el Tablet. Todo el mundo sabía ahora que la comisión nombrada por Pablo VI había llegado a conclusiones que modificaban la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre la anticoncepción. ¿Cómo podía contrariar el Papa el parecer de los expertos que él mismo había escogido y a quienes se había confiado para tener un conocimiento mayor en materia tan delicada?
Los dos años que separan la votación en el Colegio Español de la publicación de la encíclica se cuentan entre los más dramáticos del entero pontificado de Pablo VI. “No hemos sentido nunca como ahora en esta coyuntura el peso de nuestro oficio”, confía Pablo VI a los fieles el 31 de julio de 1968, dos días después de la publicación de la Humanae Vitae. Los estudiosos no han despejado aún interrogantes en cuanto a cómo se desarrolló y quiénes tomaron parte en el proceso de redacción de la encíclica.
El proceso de la Encíclica
El belga Jan Grootners ha intentado realizar una reconstrucción histórica del proceso que desembocó en la elaboración de la encíclica. Y ha sacado esta conclusión: varias comisiones secretas independientes entre sí que fueron establecidas a fines de 1966, habrían proporcionado al Papa un primer documento-base para la reflexión. En la redacción final, en cambio, habrían desempeñado un papel fundamental el obispo Carlo Colombo y el teólogo francés Gustave Martelet (precisamente el Papa durante la
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alocución ya citada del 31 de julio de 1968 invitó a meditar sobre los escritos que Martelet había dedicado al tema del matrimonio).
Sea como sea, el dato más atendible es que el Papa se valió de la aportación de varios expertos. En una primera fase —nos lo confirma el interesado— se intentó valorar la opinión de Josef Fuchs, el exponente teológico más competente entre quienes constituían la 'mayoría'. Fue convocado igualmente el padre Jan Visser, quien tras afirmar enseguida que no consideraba oportuno publicar la encíclica, regresó a Holanda. La contribución del franciscano Ermenegildo Lio, catedrático de Teología moral en la Universidad Lateranense y experto de confianza del cardenal Ottaviani, fue inestimable.
Se le solicitó que presentara al Papa un estudio particularizado sobre algunas cuestiones fundamentales de la encíclica, tarea que llevó a cabo con extrema diligencia. Hay que mencionar, así mismo, la colaboración prestada por el padre Marcelino Zalba, miembro de la 'minoría'. Después de numerosos 'interrogatorios' hemos logrado arrancarle una pequeña confesión: fue él quien realizó la traducción al latín del texto pontificio junto con un italiano de la Secretaría de Estado. También el teólogo del Papa, Carlo Colombo — no era un moralista pero tenía las ideas muy en claro sobre la materia en cuestión — se niega a hablar del asunto. Al fin, como queriendo evitar ser descortés, dice: “La encíclica pasó por dos redacciones principales. La primera en italiano y la segunda en francés. Monseñor Paul Poupard, entonces jefe de la sección francesa de la Secretaría de Estado, colaboró significativamente supervisando la redacción en francés”.
Reacciones positivas
Pese a todo hubo quienes se alegraron con las palabras tan severas del Papa: los católicos latinoamericanos. “La población de nuestro continente, pero también la africana y la asiática — comentó el 29 de septiembre de 1968, Hélder Cámara, el célebre obispo brasileño —, se habría atragantado muy pronto con las píldoras anticonceptivas si Pablo VI no hubiera escrito esta encíclica”.
Veinte años después del evento de la Humanae Vitae, William May, Catedrático de Teología Moral en la Catholic University of America, uno de los firmantes de una declaración contra la encíclica, reconoce:
En 1968 fui uno de 109 firmantes de la declaración de disentimiento de la Humanae Vitae hecha circular en la Catholic University of America en Washington. Muchos en aquel entonces me felicitaron por mi «coraje» e «inteligencia». Pero hoy estoy arrepentido de aquella decisión.
Cuando suscribí el documento no creía que habría podido poner en práctica la anticoncepción. Por otra parte, tampoco mi esposa, una mujer muy valiente, me lo habría permitido. Pero me encontraba confundido intelectualmente. Había seguido con atención el debate sobre la contracepción de la década del '60 y había quedado impresionado por los argumentos de aquella época -eran ya avanzados- para justificar la anticoncepción. En especial me había impresionado uno de ellos: la distinción entre
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vida conyugal considerada en su totalidad -debía estar abierta a la fecundidad- y cada uno de los actos de la vida matrimonial. El razonamiento, aunque no me convencía del todo, me impulsaba a preguntarme si la contracepción podía ser moralmente justa en determinadas circunstancias. Además conocía a muchas personas estupendas que amaban a los niños a pesar de que ponían en práctica la contracepción.
Pero había otra razón por la cual me decidí a firmar el documento. Muchas de las personas que ya lo habían firmado gozaban de óptima reputación y también yo quería situarme entre ellas, quería entrar en la élite de los «iluminados», los valientes y libres pensadores del catolicismo. En aquel período trabajaba en el ámbito editorial y estaba siempre en búsqueda de nuevos autores y libros que reflejaran la «teología del futuro».
Claro que comencé a arrepentirme casi inmediatamente. En octubre de 1968 nacía nuestro sexto hijo, una niña, Susie. Durante esos días me encontraba leyendo The Biological Time Bomb, libro que mostraba claramente las consecuencias que se derivan de separar la dimensión unitiva de la procreativa en el amor conyugal. Comenzaba a notar que si la contra-concepción era justificable entonces debía justificarse también la inseminación artificial, la fertilización in vitro y todas las «técnicas» reproductivas que prescinden del acto conyugal.
Al año siguiente llegué a la conclusión de que los argumentos usados para respaldar la contra-concepción podrían amparar también todo tipo de comportamiento sexual. En
1970 tuve la confirmación de este pensamiento cuando se editó el libro de Michael Valnt, Sex: the radical view of a catholic theologian, que defendía incluso la homosexualidad.
Transcurrió un nuevo año y comencé a enseñar Ética cristiana en la universidad. Por lo tanto me sentí obligado a profundizar estas reflexiones en su ámbito rigurosamente teórico. De este modo comprendí la fragilidad evidente del argumento a favor de la contra-concepción que pretendía sustentarse en la distinción entre vida conyugal en su totalidad y actos individuales. En el mismo texto de la Humanae Vitae encontré el mejor contra-argumento. En el parágrafo Nº13 se lee: «Todo acto conyugal impuesto al cónyuge sin tener en cuenta la condición o los legítimos deseos del otro no constituye un verdadero acto de amor y niega, en consecuencia, una exigencia del recto orden moral en la relación entre los esposos». ¡Qué gran verdad! Y pese a ello no dejamos de considerar el llamado «principio de totalidad». ¿No se lo podría invocar para justificar cada una de las relaciones sexuales no respetuosas de los «deseos legítimos» de uno de los esposos, aun cuando la vida matrimonial entendida en su totalidad los respete? Puede parecer ridículo, y sin embargo, éste era precisamente el argumento empleado por los teólogos que disentían para destruir el poder maravilloso de dar la vida, y de darla en un acto de amor.
…Así comprendí que las teorías morales inventadas para legitimar la contra-concepción podían ser manipuladas con objeto de justificar todo tipo de acción conforme a una lógica utilitaria que rechaza la noción misma de actos «intrínsecamente malos». Sólo entonces pude apreciar la decisión profética del Papa al cual,
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providencialmente, le había sido dada la fuerza para resistir las tremendas presiones del ambiente que le rodeaba-5
La Humanae Vitae es derrotada en la práctica
La derrota, en la práctica, de la Humanae Vitae, en las naciones en que la Iglesia Católica es una mayoría confirmó el profundo sentimiento que llevó a Juan XXIII a crear la Comisión Papal:…“toma nota de que el problema (anticoncepción) desborda las posibilidades de cubrimiento de la pastoral hasta entonces desarrollada (en la Iglesia) y acude a la consulta con católicos de fe probada y expertos en la materia...”.
Entre quienes coincidieron con la posición de Pablo VI está el doctor Hernán Vergara, quien en abril de 1968, tres meses antes de la encíclica, publicó el libro El complejo de Layo, expresión de coraje y dignidad ante la soterrada política decontrol natal en Colombia. Después de conocer este libro, el profesor norteamericano J. Mayone Stycos, pionero en estudios de población, destacó la forma como su autor, “católico psiquiatra colombiano”, enfrentara valientemente a los protagonistas de la primera campaña masiva de control de la natalidad, impuesta en Colombia sin consulta a la opinión y burlando el régimen legislativo.
Dice así M. Stycos: “El doctor Vergara es el mejor informado de nuestros otros ejemplos porque Colombia ha producido más literatura en planificación familiar que cualquier otra nación de Latinoamérica y porque las fuentes obtenidas del senador Gruening, de la Comisión de Ayuda al Exterior, de hecho tienen gran contenido de testimonios de expertos y porque el doctor Vergara es lector sumamente Mayone Stycos cuidadoso.”(Human Fertility in Latin America, Ithaca N.Y. Cornell University
Press, 1968)
5http://www.conoze.com/doc.php?doc=8378
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Encuentro del padre Arturo Cardona y Hernán Vergara
En el segundo semestre de 1968, período que coincide con la publicación de la Encíclica Humanae Vitae, se conocen el presbítero sulpiciano Arturo Cardona Chica, por ese tiempo, estudiante de psicología en Bogotá, y el doctor Hernán Vergara.
Se encontraron ante la arremetida de la política “demográfica” en Colombia, en realidad campaña contraceptiva, que venía aplicándose desde hacía tres años sin previa consulta a la opinión ni a los órganos legislativos y contra los criterios de la Iglesia confirmados en la Encíclica Humanae Vitae.
Pablo VI había alzado la voz, dando un no a la práctica de la anticoncepción y señalando las consecuencias trágicas que trae al espíritu humano y a sus vínculos de confiabilidad. El padre Cardona y el doctor Vergara coinciden en fundamentar bíblicamente esta enseñanza con sus trabajos, de hondo sentido humano y espiritual, plasmados en el Catecismo para Comunidades Evangelizadas, escrito por el padre el Arturo Cardona y el libro Soberanía de la Fe, por Hernán Vergara, respectivamente. Trascribimos uno de esos textos:
El hombre y la mujer, con ser varón y hembra puestos el uno frente al otro, no eran simplemente un macho y una hembra. Sus relaciones de varón y de mujer no serán las de dos animales de distinto sexo y de la misma especie sino las de dos personas, las de dos trascendencias. Para unirse sexualmente no bastaba que se apetecieran. Entre su apetito y su unión se interponían sus respectivas trascendencias. Para unirse era preciso que se despojara cada uno de su trascendencia, de su libertad.
Para unirse, el hombre y la mujer necesitan, además de apetecerse, renunciar a la propiedad sobre sí mismos, lo que es renunciar a su
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trascendencia frente al otro, y que el don que el uno hace de sí mismo sea aceptado por el otro. Cuando un animal macho y uno hembra se acoplan, lo único que puede ocurrir es que engendren una o varias crías; cuando un hombre y una mujer se unen, previa la entrega y aceptación mutua, algo ocurre necesariamente y algo, eventualmente. Necesariamente, los dos se hacen "una sola carne" (Gn. 2,24); eventualmente, pueden concebir uno o varios hijos. Sin duda, el lenguaje bíblico es simbólico. Él nos dice en este caso, que en la unión de un hombre y una mujer hay un plus con respecto a la unión entre dos animales macho y hembra. Un plus que el hombre o la mujer niegan, dan por no existente, cuando deciden unirse por el sólo motivo que determina la unión de dos animales macho y hembra: el apetito y el placer.
Presentar en lenguaje común la expresión "una sola carne" que es propia del lenguaje bíblico no es cosa fácil. Una sola carne no es una sola persona, una sola hipóstasis, que es lo que ocurre en la unión del Verbo de Dios con la naturaleza humana pero es mucho más que el acoplamiento fugaz de un macho y una hembra. El varón y la mujer siguen siendo dos personas distintas pero cambiadas irrevocablemente. Entre las dos se dará en lo sucesivo la unidad como fidelidad o la ruptura como infidelidad. Este solo hecho basta por sí mismo para establecer una diferencia cualitativa e infranqueable entre la unión de un hombre y una mujer y la unión de dos animales sexuados diferentemente.
Por razón de la trascendencia, de la entrega y de la aceptación, la unión del hombre y de la mujer se acerca a la unión del hombre con Dios. Cada una de estas uniones se constituye en réplica de la otra como en un juego de espejos. Cada una de estas uniones podrá ser entendida a partir de la otra, tal como Dios lo pensó al crearle al hombre la compañía que le creara.6
El asunto fue, entonces, hacer practicable la encíclica Humanae Vitae. Para ellos la Humanae Vitae se constituyó en la esencia de la pastoral, una nueva mirada de la Iglesia como ámbito de confianza a la manera en que San Juan convoca a los fieles en sus cartas; construir las relaciones con Cristo y con su Padre de tal manera que puedan ser reconocidas en comunidades socialmente identificables, que apersonen el acogimiento, el discernimiento, la economía, el trabajo que implica comprometerse con una vida humana.
Viene al caso recordar la explicación a la que llega Louis Selleron, en Le Monde del 6 de agosto 1968, cuando se pregunta acerca de Pablo VI:
6 Vergara Hernán, “La sexualidad cristiana”, en Soberanía de la Fe, 2ª. Ed, 2006, pg. 265
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…O ¿el Pontífice había comenzado a sospechar que no sólo la moral sino también los mismos fundamentos doctrinales de la estructura eclesial oscilaban peligrosamente y por tanto era preciso intervenir con urgencia?
El padre Arturo Cardona y Hernán Vergara compartieron la trascendencia de la Encíclica para la salvación de la Iglesia.
Concentrarse en ello fue diferenciar básicamente que, mientras en el orden civil los miembros de cada Estado en particular están vinculados por la obligatoriedad misma de sus leyes, vigentes éstas estrictamente para su zona geográfica, en la Iglesia de Cristo, sus miembros están vinculados por la opción libre, ya que sólo en esa libertad, pueden generarse vínculos de confianza, de reconocimiento mutuo, de fraternidad, de fidelidad y para contar y producir los frutos del Espíritu Santo. Bajo esta mirada, la encíclica Humanae Vitae es un don y una profecía.
Tanto alrededor del padre Arturo Cardona como de Hernán Vergara nacieron comunidades de creyentes, en donde Dios se hace visible a través de la visibilidad del testimonio de la comunidad, en la idea de que esas pequeñas comunidades representan la Iglesia Universal. Esta vivencia proyecta la necesidad de que la Iglesia universal se exprese como comunidad de comunidades para llegar a la fidelidad de Jesús y su Evangelio.
Las dos comunidades se concentran en la reconstrucción de la unidad eclesial entre obispos, presbíteros y fieles, con lazos de confianza, unidad en los criterios, tareas conjuntas de defensa de la vida de los más indefensos, empezando por aquella persona derrotada, que al ver en su descendiente su mayor enemigo, pierde su dimensión espiritual trascendente y cae en la inmanencia de su cuerpo, sin esperanza ni interés en la vida eterna. La persona queda reducida a ser sujeto utilizable y manipulable por toda estrategia política, financiera o comercial.
De la obra del doctor Vergara, recogemos algunos apartes del planteamiento de economía cristiana que sustentó el proyecto agrícola que desarrolló con nosotros, su comunidad, en los Llanos Orientales7:
Siguiendo la intuición de que podíamos hacer practicable la Encíclica, nos dimos a una tarea de ‘pesca con anzuelo’, atendiendo un caso aquí y otro allá, unas veces un embarazo indeseado para que no se abortara, otras acogiendo a un matrimonio agobiado por los hijos para que la mujer no acudiera a la ligadura de trompas. Era lo que podíamos hacer después de que la alianza de los medios de comunicación y de las autoridades civiles creó una presión totalitaria sobre la población,
7Vergara, Hernán. Una alternativa económica desde el planteamiento cristiano de la vida en sociedad, Colección “El Dios que actúa” N°2, pg 65.
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que hacía inútil y desgastadora cualquier tentativa de oposición al control natal.
La posición de la Iglesia en la doctrina de la Humanae Vitae dio la impresión de no tener en cuenta la importancia de los hechos económicos. Es así como, a poco andar, comprometidos con la Encíclica, caímos en la cuenta de que la defensa de la vida humana en las condiciones de la vida moderna y entre los pobres no podía quedar circunscrita a impedir el control artificial de la concepción y el aborto. Los abanderados del control natal se apoyan en la crisis ecológica, en el déficit de alimentos, y demás bienes necesarios a la supervivencia, y en el desempleo. Nuestra visión de la encíclica incluye el compromiso con la tierra en cuanto ecosistema, con la producción de bienes necesarios para la supervivencia y con la generación de empleo. La adquisición de tierra cultivable entró por esto en nuestros planes, así fuera en la muy modesta escala de nuestros recursos económicos y, sobre todo, de nuestros recursos humanos”8.
La entrada en existencia de una economía cristiana, es entrada a un mundo en el que el cristianismo se realiza como comunidad o como “pueblo de Dios”, desvinculado del poder y del derecho, vinculado a la producción de bienes para el sustento con destino exclusivo para la vida y exclusión del lucro.9
Aceptamos que la economía cristiana pueda ser una economía de supervivencia y para la supervivencia de los más débiles…10
La tarea de construir una comunidad fraternal es una misma con la tarea de construir una economía eclesial; economía eclesial y comunidad eclesial se realimentan del mismo modo como se realimentan en el mundo civil la economía civil y la sociedad de clases.11
El mundo moderno ha dejado de ser evangelizable justamente por eso: porque está invadido por el Derecho. Una economía cristiana ha de ser una economía mediada por la confianza y al margen del Derecho. 12
Se trata, como lo primero, de producir comunidad o Iglesia. Esta es la producción prioritaria y determinante de las demás: producción de personalidades eclesiales, de modos de vida nuevos. La vida nueva, o
8Ibid, pg 67
9Ibid. pg 57
10Ibid. pg 56
11Ibid. pg 54
12Ibid. pg 51
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vida según el espíritu, que sustituye a la vida carnal, empecatada y destinada a la muerte es una vida sobria, de la que están excluidos el alcohol, la droga, la promiscuidad sexual y el juego. Es así como lo han entendido casi todas las sectas cristianas en sus períodos de iniciación y de competencia con las iglesias establecidas ¿Qué razón hay para que no sea entendido así por cualquier comunidad que aspire a ser cristiana? Una vida de obediencia en la que no se puede hacer lo que a cada uno le da la gana sino todo y solamente lo que sea decidido en consenso unánime por la comunidad. Producir comunidad es producir la mirada casta de unos sobre otros. Así lo pensaron los fundadores de órdenes y comunidades religiosas en la Iglesia”13.
¿Qué hacer?
Hacer práctica la Humanae Vitae exige que la Iglesia se redescubra a sí misma como una identidad diferente del Estado. Si la Iglesia es un continuum del Estado, aunque doctrinalmente sea el mejor proyecto para los hombres, termina siendo anulada e impracticable ante las dinámicas propias del Estado.
En ese continuum prima la iniciativa del Estado y la Iglesia queda relegada al segundo lugar, porque el Estado, a diferencia de la Iglesia de Cristo, funda su actuar en la fuerza y la imposición, que siempre le llega al hombre como la primera opción para resolver sus necesidades y sus conflictos.
La Iglesia, como propuesta de Cristo, a diferencia del Estado, reconoce la libertad del hombre como su principal regalo del Padre Creador. Tan importante es la libertad que ni siquiera para su propósito redentor, Dios se arrepiente de haberla creado y la hace indispensable en la respuesta del hombre. Sólo en la libertad el hombre ama y agradece.
Si la Iglesia y el Estado se establecen como un continuum, la fuerza en contra de la libertad ganará siempre la primera reacción.
El Estado, como sujeto inmanente, se ve a sí mismo como la última instancia de orden y así ejerce los hechos de fuerza. La Iglesia, en ese continuum, terminará delegando al Estado las cuestiones de la economía, de la supervivencia o del trabajo, de la recreación, y de todas las cuestiones de la vida humana, dejando para sí el fracaso, la derrota y la marginación.
La Iglesia Católica, la Iglesia de Cristo, está en condiciones de apersonar el discernimiento, la iniciativa, la capacidad creativa, propia del Espíritu en los campos de la economía, la sexualidad y la supervivencia o el trabajo con la soberanía propia del Espíritu y que Éste le participa al hombre.
13Ibid. pg 59
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Cada Estado interpela al hombre-ciudadano como fuerza y autoridad por el temor, lo hará así, aunque use guantes de seda.
La Iglesia de Cristo, está llamada a interpelar al hombre-persona desde la fidelidad al mensaje de Jesús:
“No habéis recibido espíritu de esclavitud, para recaer otra vez en el temor, sino que habéis recibido espíritu de adopción filial, por el que clamamos: ¡Padre! Este mismo Espíritu se une a nosotros para testificar que somos hijos de Dios” (Rm. 8, 15-16).
La salud mental de la Iglesia y de la humanidad está basada en la diferenciación de estos dos ámbitos ordenadores de la vida humana. Cada uno tiene su propia ética. El de la fe tiene como única puerta la libertad, la opción de participar en él.
La Humanae Vitae hace las veces de espada de doble filo. Proponerla es invitar a que cada ser humano establezca dónde tiene su confianza, si en el mensaje de vida de Jesús de Nazaret y su Iglesia con profetas como Pablo VI, o en el Estado local del cual hace parte obligatoriamente.
COMUNIDAD HUMANAE VITAE
EN EL 46 ANIVERSARIO DE LA PUBLICACIÓN DE LA
ENCÍCLICA HUMANAE VITAE
Bogotá, 25 DE JULIO DE 2014
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Hernán Vergara, católico psiquiatra,
Fundador de la Clínica Psiquiátrica Santo Tomás
y de la Comunidad Humanae Vitae
cdhernanvergara99@gmail.com
Elizabeth Mesa
Celular: 3142943192

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